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Blackthorn: una (buena) alternativa al derby


No todo acaba en un Madrid-Barça (algunos lo tenemos clarísimo) y en cualquier caso siempre hay tiempo para ver -o volver a ver- una de las mejores películas españolas de este año que, lamentablemente, no tuvo una buena taquilla (estas cosas pasan a veces).
Mateo Gil es conocido fundamentalmente por ser el guionista de Alejandro Ame­ná­bar. Se estrenó en la dirección sin dema­sia­do brillo con Nadie conoce a nadie, un flo­jo thriller ambientado en la Semana San­ta sevillana. En este segundo largometraje, Gil da un paso de gigante dirigiendo con bue­na mano un arriesgado western. Y digo arries­gado no porque la trama sea compleja, que no lo es, sino porque Gil se ha atrevi­do a rodar una historia sobre el legendario bandido Butch Cassidy, ni más ni menos. Hay que echarle valor para rodar una cin­ta que enlaza directamente, por su perso­naje, con el film Dos hombres y un destino, aunque Mateo Gil se apresure a afirmar que lo úni­co que comparten las dos películas es, eso, el protagonista. En Blackthorn ve­mos a Ca­ssidy veinte años después de su su­puesta muer­te. Es un hombre cansado, sigue vivien­do en una continua huida y con la nostal­gia de volver a casa en un mundo en el que ya no hay sitio para él. Un día cono­cerá a un joven ingeniero español que aca­ba de robar al déspota explotador de una mi­na. Juntos emprenden una huida y una amis­tad que les llevará a amargos descu­brimientos.
El cineasta madrileño tiene claro lo que quie­re conseguir con su película: “Una de las cosas que más me atrae delwestern es que es un género profundamente moral. En él, los personajes se enfrentan a la vida y a sus diversos problemas (la libertad, la amistad, la leal­tad) en condiciones muy sencillas, y a menudo ejemplarizantes. Con mi pe­lícula quiero reivindicar precisamente esa mirada moral, ahora que parece que es­tá obsoleta”. Esta preocupación de Gil por man­tener el tono del western clásico es eviden­te y, a veces, pasa factura en la narración con algunos diálogos un poco forzados y, sobre todo, una trama excesivamente sen­cilla pues lo que se busca es, antes que con­tar una historia, abrir una reflexión sobre la vigencia de los valores. También es cier­to que el director compensa esta falta de acción con una fotografía bellísima -y no es un eufemismo, es que en este apartado la pe­lícula es sobresaliente- y unas buenas in­ter­pretaciones. La de Noriega, desde luego, la mejor de su carrera a años luz.
Sumando pros y contras, se puede decir que Blackthorn es una muy buena película y un ejemplo de que los cineastas españoles saben tocar con acierto una gran variedad de registros. Quizás el único inconveniente es que haya gente que todavía tenga en la retina Valor de ley, el western de los Coen con el que tiene más de un paralelismo. ¿Tendrá el público español capacidad para disfrutar de un gé­nero de los que llaman crepusculares en tan poco tiempo? Esperemos que sí. (Publicado en www.filasiete.com)
PD: No fue así, pero afortunadamente, nos queda el DVD y Filmin

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